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Escritores | Cara a cara con Amir Valle: "La censura siempre pierde"

Amir Valle es escritor, periodista y editor. Ha publicado más de 30 libros de distintos géneros, entre los que destacan sus novelas, sus ensayos y su labor periodística.

Escritor cubano Amir Valle.
Escritor cubano Amir Valle. | Imagen: EFE

Sin la menor duda, cuando el tempranamente fallecido narrador cubano, Guillermo Vidal, comentó que Amir Valle podía “leer hasta dormido”, pronunció la caracterización más certera de este autor, una figura fundamental de la literatura cubana contemporánea, uno de los intelectuales más lúcidos y cultos de la isla. 

Narrador (novelas y cuentos), ensayista, autor de testimonios, periodista clarividente, editor formidable, Amir Valle (Guantánamo, Cuba, 1967) ocupa un sitio merecido en el panorama literario cubano desde la década de los ochenta, en la cual, como en la de los noventa, obtuvo premios literarios de relevancia en Cuba. 

Amir Valle en su estudio, Berlín. Foto: Lior Valle.
Amir Valle en su estudio, Berlín. | Imagen: Lior Valle

Si bien incursionó con notable eficacia en la novela negra, con obras incluso reconocidas en certámenes literarios internacionales, muy temprano se ocupó de otro tipo de narrativa. Fuertemente comprometido con la realidad efectiva de la sociedad cubana, sus críticas al estado de cosas bajo el castrismo le valieron la hostilidad del gobierno de la isla. 

En 2006 ya no le permitieron regresar a su país natal, y se inició un período de sufrimientos por la negativa del Estado cubano a permitir la salida del país de su hijo menor, que solo pudo obtener por la intervención de Gabriel García Márquez con el gobierno de Castro. Su forzosa permanencia en Europa, lejos de amputar su enérgica producción literaria, lo impulsaron por nuevas vías y se convirtió en un destacado editor y un periodista de indudable interés. 

Varias decenas de libros marcan su vocación indestructible de escritor. Obras de ficción como Las puertas de la noche, Entre el miedo y las sombras, Santuario de sombras, Las palabras y los muertos, La nostalgia es un tango de Gardel, por una parte, y por otra, ensayos tan agudos como Palabras amordazadas. Censura en Cuba, La estrategia del verdugo. Breve panorama de la censura en Cuba, o libros de incisivo análisis social, como Habana Babilonia o Prostitutas en Cuba, conforman el universo creativo de Amir Valle

Luis Álvarez (LA): Tu pasión por Cuba es una constante en tu obra. Las circunstancias traumáticas de tu salida de la patria son bien conocidas. Ahora bien, más allá del hecho concreto de tu partida de Cuba, tiene que haber existido un momento en que hayas visualizado de modo nítido que tu permanencia en la Isla tocaba a su fin. Para ponerlo más claro, en mi caso personal ese momento de iluminación sombría ocurrió hace algunos años, cuando un oficial de la Seguridad del Estado castrista hizo que un funcionario de la UNEAC en Camagüey, Armando Pérez Padrón, me telefoneara para anunciar que aquel iría a mi casa. Cuando llegó, pidió que mi esposa, Olga García Yero, y yo le entregásemos todos los libros que habíamos publicado sobre José Martí. En ese momento supe que de manera definitiva no podía quedarme en un sitio que se había convertido en una trampa, una pesadilla de Pol Pot. ¿Cuándo y en qué contexto te descubriste tú como un inminente desterrado de tu tierra?

Amir Valle (AV): Hace algunos años, en otra entrevista, dije que los cubanos debían ser más serios a la hora de llamarse exiliados o desterrados. Porque muchos se dicen desterrados pues las circunstancias los obligaron a abandonar el país y eso, en mi opinión y según la legislación internacional, es exilio, no destierro. 

Y es que, siendo sinceros, cualquier persona, por mal que le vaya en su tierra, tiene la opción de quedarse y luchar por sobrevivir, o quedarse y luchar contra quienes desgobiernan, o emigrar buscando otro destino. Destierro es cuando, como le hicieron a José Martí, no te dejan otra opción y siempre la expulsión a la fuerza es por razones políticas

He visto en las redes sociales, muy frecuentemente una enorme contradicción: cubanos que dicen haberse ido del país buscando un futuro profesional o económico mejor, que se niegan a hablar de política y, sin embargo, se catalogan como desterrados. Yo, incluso sabiéndome ya un insiliado, alguien a quien se le habían cerrado todas las puertas por dictado oficial del gobierno para buscar el más mínimo sustento y que sobrevivía gracias a que mi agente literaria alemana me enviaba con turistas los royalties de mis libros (que por suerte eran bien jugosos para la Cuba de entonces), jamás pensé en vivir fuera de Cuba. 

Amir Valle y el premio Nóbel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa.
Amir Valle y Mario Vargas Llosa. Coloquio "Vida y Obra de Mario Vargas Llosa", Universidad de Sofía, Bulgaria, 2013. Foto: Patricia Llosa.

Consideraba mi deber permanecer en Cuba, decir en Cuba lo que pensaba sobre ese régimen. Y, siendo sincero, ese momento que llamas de “iluminación sombría” nunca lo percibí. Es más, no concebía que pudiera vivir en otro sitio que no fuera en mis barrios de Centro Habana

Si acaso tuve una intuición de que algo se había roto definitiva y fatalmente para mí cuando, primero, en una reunión nacional de funcionarios de cultura en 2002, cierto ministro peludo cuyo nombre no merece ser pronunciado, prohibió oficialmente cualquier mención, inclusión, invitación o publicación del tal Amir Valle, por el único pecado de trabajar como Coordinador General en Cuba para la editora cubanoamericana Patricia Gutiérrez Menoyo (hija del histórico Comandante opositor Eloy Gutiérrez Menoyo), ya que, fueron las palabras condenatorias del alto comisario, “de esa señora no se sabe qué pretende con su Colección de Cultura Cubana” (es decir, se me condenó por una duda sobre otra persona). 

Segundo, cuando en una muy sonada reunión de escritores residentes en La Habana con la cúpula de comisarios culturales, tiempo después, otro impronunciable comisario cultural, por entonces presidente del Instituto Cubano del Libro, dijo que, si yo no estaba de acuerdo con lo que hacía la Revolución, debía largarme del país, y yo respondí ante todos los presentes que eran ellos y sus jefes los que debían largarse porque eran quienes habían arrastrado el país a la ruina, y agregué, casi a grito de perogrullo, que la única forma de que se librarían de mí sería si me montaban en un avión a la fuerza y me desterraban. 

Como nota quien conoce mi historia, me tomaron literalmente la palabra, porque eso fue lo que hicieron en octubre de 2005, cuando salí a España a la gira de presentaciones de mi novela negra Santuario de sombras, sobre el tráfico de personas por mar entre las costas cubanas y la Florida, y me impidieron entrar a Cuba cuando me llegó el momento de regresar. 

Por eso digo que a mí “me fueron”, “me quedaron”, “me desterraron”. Hoy, sinceramente, como ser humano y como escritor e intelectual, les agradezco que me hayan desterrado: mis hijos, mi esposa y yo hemos tenido las posibilidades de desarrollo personal que en Cuba ni soñar podíamos, y el reconocimiento internacional como escritor que he ganado con mi obra me parece abrumador.   

LA: Has hablado alguna vez de tu preferencia por una cierta actitud lúdica al enfrentar un proceso narrativo. ¿Podrías comentar más al respecto? Te ruego que nos reveles cuáles de tus libros de narrativa se crearon con mayor énfasis lúdico. 

AV: Es un aprendizaje que le debo a dos maestros: José Soler Puig y Eduardo Heras León.

El viejo Soler, en una de nuestras charlas en su casa en Santiago, en mis tiempos santiagueros, me dijo que él se divertía escribiendo, que eso de sufrir escribiendo era una pose que, sin embargo, de cuando en cuando había que mencionar en las entrevistas para que nos tomaran más en serio, porque la gente no entendía que no había nada más humanamente natural, sincero y serio que divertirse en cualquier cosa que uno hiciera. 

Y el chino Heras me insistió mucho, en aquellos años en que leía mis primeros horrendos cuentos, en que yo debía tomarme menos en serio la escritura porque escribir no era un trabajo, era placer, era descargar, soltar todas las ataduras, era liberación, y decía que eso era solo posible divirtiéndose y –esto era muy curioso para mí en ese entonces–, entendiendo que el sufrimiento, el dolor, podían ser también, en muchos modos, divertimentos, en tanto aprendizajes para vivir… 

Por eso, luego de las zambullidas que me doy en los temas sobre los cuales quiero escribir, concibo la creación como eso, un divertimento, una liberación, un juego en el cual me convierto en un Dios que mimo, corrijo, castigo y moldeo en un juego a cada uno de mis personajes, a partir de sucesos reales. Eso sí, porque aun cuando he escrito dos novelas “fantásticas”, soy un escritor realista. 

¿Novelas con mayor énfasis lúdico? En Muchacha azul bajo la lluvia, mi novela erótica, un homenaje que hago al relato Aura, de Carlos Fuentes, me desquité de mis amigos Alberto Garrido, Guillermo Vidal y Jesús David Curbelo: ellos me habían puesto como personajes de sus cuentos, en los que otros personajes me sodomizaban o me ponían los cuernos, o yo era un homosexual escandaloso, y en esa novela ellos son mis personajes principales y los pongo a vivir también horrores sexuales.

Recientemente, mi novela, todavía inédita, Mi nombre es polvo, es un compendio de miserables a partir de las locuras míticas de un tatuador que se cree “elegido por Dios”. En cada capítulo hay un personaje de la cultura cubana, muy conocidos todos por sus miserias humanas, a quienes dibujo muy detalladamente, aunque sin mencionar sus nombres, en ese catálogo de bestias… un divertimento exquisito en el cual pasé casi cuatro años por su complejidad escénica y dramatúrgica.  

LA: En un creador tan polifacético como tú debe de ser muy difícil que los géneros cultivados se mantengan en compartimientos estancos. ¿Ha habido interrelaciones, guiños o complicidades entre tus obras narrativas y tus ensayos?

AV: Preocuparse por los géneros es cada vez más iluso en un mundo como el que habitamos. A finales de la década del 90 del siglo pasado comenzó a hablarse del entrecruzamiento de los géneros, de la contaminación genérica y recuerdo que ese concepto fue para mí esencial a la hora de escribir Habana Babilonia… 

Ese libro… ¿es testimonio? ¿es ensayo?, ¿es narrativa?, ¿es periodismo?... Es una pregunta sin respuesta: ni siquiera se ha respondido en las muchas tesis y candidaturas que sobre ese libro se han hecho desde que fue incluido en los planes de estudios literarios en universidades europeas, norteamericanas y latinoamericanas. Los norteamericanos, creo, lograron la mejor definición: “No ficción”, así que no me asombró que en 2007 ese libro se alzara con el Premio Internacional Rodolfo Walsh a mejor libro de no ficción publicado en lengua española

En uno de mis libros más queridos, Hugo Spadafora. Bajo la piel del hombre, donde recreo la vida de ese mártir panameño, le dije a la familia Spadafora que no iba a escribir una biografía, que yo novelaría las escenas, y eso hice luego de dos años de entrevistas e investigación en África, Europa, Estados Unidos y Centroamérica, países donde este singular y controvertido personaje protagonizó su singular y controvertida vida, que es toda una novela en la que no tuve que inventar nada…

Amir Valle firmando libros Biblioteca Nacional de Panamá, 2013
Amir Valle firmando libros. Biblioteca Nacional de Panamá, 2013.

¿Hasta dónde es ficción o es historia real la recreación que hice de las escenas donde Spadafora interactúa con el mítico líder guineano Amílcar Cabral, con el egipcio Nasser, con el dictador Manuel Antonio Noriega o con el también legendario Omar Torrijos? 

Y en otro de mis libros: la novela Nunca dejes que te vean llorar, leer las actas del juicio contra dos delincuentes que se robaron de un cementerio en Suiza el cadáver del genial Charles Chaplin, para pedir un rescate, me llevó a meterme en el mundo neonazi de la Europa postguerra, y aunque hay mucho de investigación real, hay también mucha ficción porque uno debe reconstruir ampliamente momentos que, en la historia o en los testimonios, son apenas una frase… 

En ese sentido, como dijo nuestro Guillén en uno de sus poemas más acertados: “Yo no voy a decirte que soy un hombre puro”, soy un creador impuro que, como diría Hemingway, me alimento de las impurezas humanas, porque el ser humano es lo más impuro e imperfecto que existe, pese a los deseos de Dios de hacer una criatura perfecta y humana, casi divina. 

Incluso en el ensayo se han roto los límites. Nosotros tenemos en Cuba esa maravilla que es Ella escribía poscrítica, de la queridísima “profe” Maggie Mateo, y recientemente leí el que considero el más poderoso libro de ensayo escrito en los dos últimos siglos, aunque suene exagerado: El infinito en un junco, de la española Irene Vallejo… 

Ese libro de Vallejo es una hermosa novela sobre la historia y desarrollo de la escritura, la literatura y el libro, y no hay en sus páginas ni una línea de toda esa “metatranca”, como la definimos los cubanos, ni de ese “academicismo acartonado” que pulula en libros famosos que solamente leen y entienden ciertos aburridos “iluminados”. La literatura, como la vida misma, es una amalgama de esencias, y cualquier intento por encasillarla en géneros es un atentado contra ese territorio de libertad espiritual que es toda obra literaria.    

LA: Muchos de tus personajes, y no hablo solo de los protagónicos, resultan de una fuerza vital muy singular. ¿Cómo construyes los personajes de tu narrativa?

AV: He dicho en otras entrevistas que para entender mi método de construir personajes hay que leer los cuentos de El llano en llamas de Rulfo y todo el Hemingway cuentista, y las novelas de Erskine Caldwell (especialmente La tierrita de Dios y El camino del tabaco) y Rayuela, de Cortázar. 

Tuve, además, de mentores literarios a dos seres que priorizaban la construcción del personaje en sus enseñanzas de técnicas narrativas: el chino Heras y el inolvidable Salvador Redonet, de quien guardo un consejo esencial: “si tu personaje no se sale de la página y se sienta a tu lado, por mucha prosa linda que tengas, tira ese cuento a la basura”. 

En simples palabras, si no te crees que tu personaje está vivo, si tu personaje no te convence de estar respirando, no valen palabras bonitas que salven esa historia, porque la literatura es el conflicto humano y ese solo se logra si te olvidas de lo que quieres hacer con tu personaje y dejas que él actúe, que se salga de la historia y se siente a tu lado, como cualquier amigo o enemigo.

Uno de mis tesoros profesionales es el elogio de Vargas Llosa, en nuestros intercambios a raíz de mi novela Las palabras y los muertos, cuando me dijo que el personaje principal, Facundo, el guardaespaldas amigo de Fidel Castro, lograba una poderosa humanidad. 

En esa novela tuve el reto de contar, sin juzgarlas, muchas de las más grandes miserias humanas que, curiosamente, convirtieron a Fidel Castro en una personalidad histórica cubana, latinoamericana y universal. Porque, aunque algunos no quieran escuchar algo así, igual que Hitler, Fidel Castro forma parte de la historia universal, y ojalá alguna vez solo se le recuerde por todo el mal que hizo a los cubanos y al mundo.

Pero yo necesitaba un personaje de ficción que fuera más fuerte que ese ególatra insuperable que fue Fidel, y la mezcla de lecturas que cité al inicio en esta respuesta me dio la clave: el que narraría la historia, ese ser que tomaría al lector por el cuello hasta el final de escenas históricas reales descritas en sus lados públicos y secretos, tenía que ser tan fríamente violento como el narrador de Rulfo en el cuento La cuesta de las comadres, tan peligrosamente ingenuo como los Walden de Caldwell en la novela La tierrita de Dios (también traducida como La parcela de Dios) y tan humanamente despistado como el protagonista del cuento El viejo del puente, de Hemingway. Solamente alguien con esa mezcla podría contar las mayores atrocidades del líder creyendo que asistía a las acciones justificadas e incuestionablemente acertadas de un Dios.

LA: Un libro como Habana Babilonia resultó desafiante por su temática, intolerable para un régimen que lleva seis décadas presentándose a sí mismo como impoluto y perfecto ante el mundo a pesar de todas las evidencias en contra. Pero también lo fue por el tono peculiar desde el cual se proyectan sus páginas. ¿Cómo fue el proceso de gestación de este libro que el régimen no te perdonó, pero que fue un impulso a una buena parte de la literatura realista cubana posterior, ya fuera de ficción, como en obras de Pedro Juan Gutiérrez, digamos Trilogía sucia de La Habana; ya de reflexión, como en la ensayística, como la desarrollada por Abel Sierra Madero, por ejemplo, Del otro lado del espejo?

Habana Babilonia o Prostitutas en Cuba, publicada en 2006 como Jineteras por la editorial Planeta, fue originalmente Sade nuestro que estás en los cielos o Prostitución en Cuba: tres títulos para un mismo libro que nació de una investigación periodística que realicé en el mundo habanero y cubano de la prostitución entre 1992 y 1997, año en que fue escrita la primera versión. Dos años después, en 1999, reescribí casi todo el texto, actualizándolo. Y finalmente, en octubre de 2005, terminé la actualización y reescritura final del libro que sería publicado por la editorial Planeta en el 2006. Después de eso, Ediciones B publicó la edición de bolsillo Habana Babilonia. La cara oculta de las jineteras, actualizada con nuevos testimonios y en 2017, Armando Añel y NeoClub Ediciones publicaron la que considero la primera edición cubana y definitiva de ese libro.

El proceso de gestación fue simple y tiene que ver mucho con esa dualidad del periodista y el escritor que soy. Luego de cinco años de trabajo (que incluyeron investigaciones periodísticas, entrevistas, revisión de información oficial y extraoficial en diferentes niveles del país, consulta de fuentes históricas, de salud y de la política, entre otras búsquedas) el libro estaba allí, casi retándome: entrevistas, testimonios, documentos y ensayos acerca del mundo de la prostitución en Cuba, básicamente de la fuerza alcanzada por este fenómeno a partir de 1990. 

A todo lo largo de sus más de 300 cuartillas, y durante siete capítulos, se alternan cuatro bloques estructurales: un testimonio largo sobre la vida de una de las grandes prostitutas cubanas, muy reconocida y respetada en los años 90; un segundo bloque ensayístico: “La isla de las delicias”, que desarrolla la historia de la prostitución en Cuba desde las primeras “mujeres de la vida” que llegaron a la Isla en las naves de Cristóbal Colón y hasta la actualidad; un tercer bloque para testimonios cortos de las distintas prostitutas que me concedieron entrevistas; y un cuarto bloque donde reproduzco una serie de entrevistas a otras personas vinculadas al mundo de la prostitución en Cuba: proxenetas, vendedores clandestinos (de ron, tabaco, música cubana y drogas), dueños de restaurantes particulares, dueños de casas de prostitución y de espectáculos de travestismo, abogados, trabajadores de turismo, etc.

Amir Valle. Foto: Esmeralda Gómez.
Amir Valle. Foto: Esmeralda Gómez.

Inicialmente se tituló Sade nuestro que estás en los cielos ó Prostitución en Cuba (horrible título, por cierto). Y su historia comienza cuando lo envío con ese nombre, en el género Testimonio, al Premio Literario Casa de las Américas del año 1999. Por simple ética (tendría que hablar mal de algunos escritores, a quienes respeto por obra, pese a que sean unos miserables como seres humanos) prefiero no mencionar algunos sucesos bochornosos. 

Pero nadie puede negar que alguien dio a conocer en La Habana que la obra había sido seleccionada para Premio; nadie puede negar que un rumor demasiado escandaloso puso en entredicho el desempeño del jurado aludiendo a manipulaciones de índole política, entre ellas, que el libro no resultaba conveniente a los momentos que atravesaba el país; nadie puede negar que la noticia del premio se regó por la ciudad y que en la ceremonia de premiación, cuando el presidente del jurado leyó el acta y declaró el premio Desierto, se produjo un abucheo que llamó la atención de asistentes y prensa extranjera; nadie puede negar que al día siguiente y durante varias semanas, medios de prensa extranjeros (Miami Herald, Radio y TV Martí, una decena de periódicos digitales, etc.) consignaron que “un cubano ha sido despojado del premio Casa de las Américas por razones políticas”.

Mi agente literario en esa época hizo público que, en cuestión de un par de meses, recibí jugosas ofertas desde el exterior para la publicación del libro, condicionando la edición a la manipulación política del texto contra Cuba, por parte de las editoriales que lo asumirían. Es bueno agregar que rechacé todas esas ofertas.

Lo cierto es que alguien hurtó de las oficinas del Premio Casa de las Américas una de las tres copias que presenté (los organizadores sólo me devolvieron una cuando fui a recogerlas y me dijeron que, inconcebiblemente, las otras dos habían desaparecido), que alguien fotocopió ese libro y lo colocó en Internet, incluso con la página final donde aparecían mis datos personales, teléfonos y correos.

Eso me puso triste y me hizo feliz, al mismo tiempo. Triste, porque se cometía un acto de piratería sin precedentes en la historia del país, ya que todo ello fue hecho sin mi consentimiento y me obligó a establecer una querella internacional por acto de piratería y un proceso de búsqueda del pirata. Feliz, porque el libro comenzó a circular, ganó lectores, y en cuestión de unos pocos años (incluso hasta hoy) recibí miles de mensajes desde todas partes del mundo en mi correo, tuve que comprar una contestadora telefónica (algo que en Cuba era casi un lujo) y cada mes el cartero traía a mi casa de diez a veinte cartas. 

Mientras las autoridades culturales cubanas me permitieron tener mi correo electrónico por Cubarte (la red del ministerio de Cultura), y hasta que me lo retiraron en un acto que consideré puro fascismo cultural, recibí diariamente durante varios años entre dos y cinco mensajes que decidí conservar en un archivo especial, en el cual hoy guardo más de seis mil mensajes de cubanos que leyeron el libro en la clandestinidad.

He dicho (y repito) que si apareciera la persona que hurtó mi libro del Premio Casa de las Américas, le haría un homenaje de agradecimiento por una razón simple: hasta ese momento, es cierto, yo era uno de los jóvenes escritores más conocidos y mencionados por la crítica literaria de mi país, pero ese conocimiento se limitaba al medio intelectual. 

A partir de la divulgación clandestina de ese libro, me convertí (y cito palabras del novelista cubano Guillermo Vidal) “en uno de los escritores más leídos y más buscados en librerías de la isla”; a las presentaciones de mis libros, en cualquier lugar del país, asistían cientos y cientos de personas que se peleaban por obtener alguno de los pocos ejemplares en venta; y lo peor, o quizás lo más vergonzoso, la censura lanzada contra este libro, la condición de “libro prohibido” que las autoridades políticas y culturales le han otorgado, y la difusión boca a boca de las medidas tomadas contra personas que leyeron clandestinamente ese libro, me convirtieron en un mito para muchos cubanos, algo que considero exagerado, pues, como cristiano convencido que soy, no me interesa ser un mito. Aun así, incluso ahora que habito mi destierro desde que no se me permitió regresar a la Isla en 2005, es hermoso saber que en mi país los lectores siguen buscando en la clandestinidad mis libros y me siguen escribiendo emails, la mayoría siempre en secreto; otros, ya abiertamente decididos a regalarme el mejor de los premios: la rebeldía del lector.

LA: ¿Por qué rumbos marcha actualmente tu creación literaria?

AV: Guillermo Vidal no sólo decía que yo leía hasta dormido (en referencia a que en esos años busqué y leí prácticamente todo libro nuevo que se escribía en Cuba por jóvenes escritores, de mi generación y de otras, en cualquier rincón del país, un vicio por cierto que heredé de Aida Bahr, el chino Heras y Redonet), el Guille también solía hacer el chiste de que Amir Valle era un consorcio de enanitos que se repartían las muchas tareas en las que me ocupaba yo entonces: uno escribía, otro leía obras inéditas, otro asesoraba editoriales, otro daba talleres literarios, otro preparaba antologías con nuevos autores, otro viajaba a eventos en provincias, otro llevaba una revista literaria… 

Y ese ritmo de trabajo –quienes me conocen, saben que no exagero– no me ha abandonado nunca. Soy un ser muy metódico y exigente con el uso del tiempo, algo que aprendí muy jovencito cuando mi abuelo Ceferino se murió, como él mismo decía, “sin siquiera haber podido dar ese respiro leve que es la vida”; algo que, poco tiempo después, recién graduado, terminé de afianzar con el periodismo radial que ejercí en Cienfuegos: durante dos años, como parte de un equipo de casi diez periodistas, en Radio Ciudad del Mar tuve que esforzarme por entregar, cada día, tres informaciones, un reportaje, una entrevista y un artículo de opinión. ¡¡¡Y todo eso en un sitio como Cienfuegos!!!, donde, como decía alguien que fue un padre para mí en el periodismo, Antonio Colarte Puig, lamentablemente fallecido en 2019: “Cienfuegos es una provincia tan mansa y tranquila que hasta las hormigas santanillas pican con amor a la gente porque no quieren crear problemas”. 

Desde que salí de Cuba, además de ejercer el periodismo en los servicios televisivos de la más reconocida agencia de prensa alemana, la Deutsche Welle, y además de trabajar en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania en la formación de los diplomáticos destinados a trabajar en América Latina, me levanto cada mañana muy temprano, leo la Biblia y pongo mi día en manos de Jesucristo en oración, y solo después escribo un par de horas, es decir, una o dos cuartillas lo más limpias posible, siguiendo fiel el principio de Hemingway de no dejar que “el pozo se vacíe”, es decir, forzándome a parar cuando todavía sé lo que va a pasar en lo que narraré más adelante. 

Amir Valle, como profesor en el taller Onelio Jorge Cardoso
Amir Valle, como profesor en el taller Onelio Jorge Cardoso.

Sumémosle a eso que colaboro con varios periódicos importantes en América Latina cada mes, edito una revista bimensual –OtroLunes - Revista Hispanoamericana de Cultura– que ha publicado más de 60 números desde 2007, cumplo con la agenda de compromisos literarias que genera mi agencia, participo en la vida cultural berlinesa y europea, y en 2016 fundé una editorial, Ilíada Ediciones, que ya ha publicado cerca de 200 títulos de autores españoles, latinoamericanos y también cubanos.

Escribir es, sin dudas, un sacerdocio y ahí están mis libros: en Cuba, pese a todas las dificultades editoriales usuales allá, publiqué 9 libros entre 1988 y 2004, y desde que me desterraron he visto publicados otros 22, casi todos en las más reconocidas casas editoriales de la lengua española, con traducciones también en importantes editoriales en otras muchas lenguas. Todavía hay 8 libros inéditos, y sigo escribiendo.

Este 2024, por ejemplo, verán la luz dos nuevos libros que unen las historias políticas de Cuba y Alemania. Por un lado, mi novela Tu rostro más secreto, que publicará Verbum en España, donde recreo literariamente una historia real que vincula a dos conocidos oficiales de la siniestra Stasi, la policía política de la extinta RDA, y a varios personajes históricos de Cuba, en la década del 60, durante el proceso de adiestramiento de la policía política cubana a cargo de la KGB rusa y de la Stasi…, nada de ficción, aclaro, son hechos reales descubiertos por mí en expedientes que pueden consultarse en los archivos del Ministerio para la Seguridad del Estado de la antigua RDA en Berlín. 

También saldrá un libro que recoge toda la investigación periodística que durante casi 10 años hice en esos archivos de la Stasi: El aliento del lobo. La Stasi, el muro de Berlín y la vida de nosotros, que publicará la prestigiosa editorial Anaya, en el sello Oberón. 

Es otro libro de no ficción en el cual intento explicar, lo más profundamente posible, qué fue ese engendro de control del pueblo que llamamos curiosamente con un nombrecito sonoro y casi dulce: Stasi, que suena más a animalito dulce e inofensivo y, claro está, no explica el horror perpetrado por los gendarmes de la seguridad del Estado de la RDA contra su gente, ni mucho menos su cuota enorme de responsabilidad en el horror de otros engendros similares en los antiguos países socialistas; un horror que, ahora mismo, gracias a las lecciones del mejor pupilo de la Stasi en América Latina, Cuba, se extiende a Nicaragua y Venezuela.

LA: Recuerdo hace varias décadas los pronósticos que, sobre la literatura cubana y en particular la narrativa, formuló Ambrosio Fornet. En el momento actual, la literatura cubana está, en mi opinión, en un estado de acoso y angustia asfixiante. En buena medida, lo mejor de la literatura cubana, incluso de la cultura insular en su sentido amplio, se está gestando en el insilio y en el exilio ¿Qué piensas del actual panorama cultural cubano y del obsesivo nivel de censura en la Isla?

AV: Pese a que llevo más de 17 años desterrado, sigo muy de cerca lo que se escribe en Cuba, quizás debido a ese vicio de leer todo lo que me envían o lo que consigo por diversos medios. Y creo que debemos tener cuidado al aseverar eso que dices: que lo mejor de la literatura cubana, incluso de la cultura insular en su sentido amplio, se está gestando en el insilio y en el exilio. 

Es indudable, y lo he dicho en otras entrevistas, que la diáspora cubana ha protagonizado una verdadera epopeya de resistencia cultural desde 1959 hasta hoy, y la literatura cubana escrita en el exilio es amplísima, variada y genuina en muchos sentidos. Es indudable también que en el insilio insular se está escribiendo una gran cantidad de obras de altísimo nivel, pero no podemos dejar fuera a muchos escritores que continúan vinculados a las instituciones, a la mal llamada política cultural de la Revolución. 

Feria del Libro de Berlín. Jorge Edwards, Hans Christoph Buch, Amir Valle y Marko Martin.
Feria del Libro de Berlín. Jorge Edwards, Hans Christoph Buch, Amir Valle y Marko Martin.

Pese a las ataduras y mordazas que esa dependencia implica, están creando obras de excelencia. Incluso conozco a algunos –a quienes considero lamebotas profesionales, miserables amanuenses del poder político y de los comisarios culturales– que están creando obras que no podemos obviar. En este sentido me gusta ser muy claro: aunque es cierto que la política puede lastrar al creador, y lo ha hecho bastante en el caso cubano (ojo, tanto en la isla como en el exilio se produce el mismo fenómeno de castración), la verdadera literatura se impone, y lo hace incluso por encima del alma negra y sucia del escritor, o por encima de sus bajas actuaciones como testaferros de eso que ellos pretenden seguir llamando “Revolución”. 

La literatura, en todo caso, es un reino de libertad contra el cual la censura siempre pierde. La censura puede tener victorias pírricas, momentáneas, pero esta es una guerra que siempre gana el arte, la literatura. Ellos, los censores, lo saben e intentan hacernos creer lo contrario. 

En nuestras propias letras tenemos los ejemplos más vivos: un miserable adalid de la dictadura como Alejo Carpentier es cada vez más recordado por sus fabulosas novelas, no por las botas que lamió ni por sus detestables posiciones al servicio del tirano; a Virgilio Piñera nadie lo recuerda por sus temores y su silencioso insilio ante la represión, pues se recuerda su obra, que es descomunal; e igual importan cada vez menos la oposición frontal de Reinaldo Arenas o Guillermo Cabrera Infante ante la inmensidad indiscutible, cubanísima y universal, de su literatura.

Incluso un autor a quien las circunstancias han minimizado literariamente a causa de la importancia histórica del suceso que protagonizó para la cultura cubana, latinoamericana y universal: Heberto Padilla, un día será leído como el impresionante poeta que fue o como el autor de esa pequeña joya narrativa que es su novela En mi jardín pastan los héroes. Parafraseando a Kundera, la literatura está en otra parte.     

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Luis Álvarez

Luis Álvarez Álvarez

(Camagüey, 1951). Poeta, crítico literario e investigador cubano. Es Doctor en Ciencias (2001) y Doctor en Ciencias Filológicas (1989), ambos por la Universidad de La Habana, donde trabajó durante varios años. Distinguido con el Premio Nacional de Literatura (2017) y miembro de honor de la Fundación Nicolás Guillén (2019).

Comentarios:


Manuel Pereira (no verificado) | Mié, 10/01/2024 - 04:35

Excelente entrevista para comenzar el año leyendo calidad. Los felicito a los dos. MP

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