Hace pocos días encontré una foto en el perfil de un amigo que le estrujaría la dignidad a cualquier cubano. El amigo en cuestión declaraba en la publicación que la había rescatado, anónima y huérfana, en las turbulentas aguas de Facebook. El dramatismo de la imagen no sobrecoge por el retrato de alguna víctima quebrantada como consecuencia de un cataclismo súbito. Se trata de un paisaje interior, en apariencia irrelevante, vandalizado por una subrepticia contienda de más de medio siglo.
Por supuesto que la compartí, y luego la vi replicada muchas veces más. Ese mismo día me escribió otro amigo por Messenger anunciándome su autoría. No podía creerlo. Según sus primeras declaraciones, la foto llevaba varios años navegando en las profundas corrientes mediáticas, hasta que en fecha reciente salió a flote como una burbuja de metano atrapada en el lecho marino. Entonces la sorpresa fue doble: saber que escenarios como este son comunes en la isla, además de arrastrar su existencia desde hace bastante tiempo. Una imagen así promedia simbólicamente nuestra calamitosa contemporaneidad, mezcla de indigencia queriendo estar a la moda, vigilada por carceleros de una quimera fraudulenta.
Humberto San Pedro, su artífice, estudió Geografía en la Universidad de La Habana entre 1985 y 1990. Luego trabajó 4 años como investigador en el Instituto de Geografía, hasta que la crisis de los 90 lo catapultó en otra dirección. Durante una década fue montador de cuadros, y más tarde incursionó en la artesanía como miembro de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas. Publica sus fotos en Facebook desde 2008, cuando le cayó en las manos su primera cámara digital. Rara vez escribe más de cuatro líneas en sus posts, ya que las imágenes inclinan casi todo el peso de la balanza. Cuando Árbol Invertido lanzó una convocatoria en las redes para titular esta imagen, entonces anónima, su propio autor no vaciló en llamarla como figura en el encabezado de esta breve entrevista. Luego cambió de opinión, pero me quedo con su primera propuesta.
En nuestra redacción existe una gran expectación por la foto que ha recorrido buena parte del espectro mediático de Facebook a escala nacional en los últimos días. ¿Pudieras contarnos cuándo y dónde la tomaste? ¿Qué impresión te causó el hecho de que haya salido a relucir nuevamente, después de tanto tiempo circulando en las redes, en un momento tan crítico de la involución social de este país?
Bueno, cuando vi tu publicación, al momento me dije: esa foto la hice yo... Pensé que a lo mejor podía ser de alguien más que pasó por ahí y también disparó. Pero, a pesar de que ya tiene 9 años, algo que me decía que era la mía. Entonces la busqué en mi PC, entre tantas carpetas que tengo con miles de fotos, ¡y finalmente la encontré! Supuse que habría más de una, porque casi siempre disparo varias veces, pero no, parece que hice una sola, quizás porque andaba apurado, o porque había gente en el lugar y no quería parecer muy indiscreto.
Según los detalles en el archivo de la imagen, la foto es del 15 de junio de 2015. Y sí, me sorprendió cuando la vi nuevamente en las redes, pero no me molestó que anduviera así, al garete, y menos viendo que estaba en un post tuyo, al contrario. Además, nunca me ha molestado que utilicen alguna foto mía en otras publicaciones. Pienso que su resurgir no puede ser más oportuno.
Tengo una idea aproximada del lugar de La Habana Vieja donde la hice, y una de las cosas que sentí cuando vi tu post fue el deseo de pasar de nuevo por allí, para ver si sigue ahí el sillón de barbero, el retrato y todo su entorno... o si ya convirtieron el zaguán en una MiPymes. Si paso en estos días y encuentro el lugar exacto, le disparo unas foticos y después te cuento.
Cuando aún la dábamos por anónima, el director y el equipo de redactores y colaboradores hemos lanzado una convocatoria pública para titular la imagen. ¿Cómo la llamarías tú?
El otro día te dije un título, pero aquí prefiero llamarla EL ZAGUAN DEL PELADERO.
Los que te seguimos en Facebook ya estamos necesitados de acompañarte en tus andanzas por la ciudad. ¿En qué momento se apodera de ti esa compulsión por documentar fotográficamente las peculiaridades de La Habana?
Siempre... aunque yo nunca salgo con la idea premeditada de hacer fotos.
Pero lo mismo cuando voy caminando, que en moto -aquí me arrimo al contén, o sólo hago una pausa en el medio de la calle, miro que no venga nada, saco el móvil y disparo... No tengo momento fijo. Siempre estoy viendo fotos en todas partes. Incluso -y sé que hay gente que lo ve mal- he hecho fotos llevando a uno de mis hijos al hospital, con fiebre o algo así, y, sin parar, disparo, porque sé que es una oportunidad irrepetible.
Galería de fotografías de Humberto San Pedro
En una ocasión me comentabas que tuviste un buen equipo para hacer los registros, pero que en la actualidad la echas con el móvil. ¿Extrañas la sofisticación de la cámara para ese propósito, o lo que te interesa reflejar trasciende los megapíxeles que estén contenidos en las imágenes?
He hecho fotos con camaritas digitales de las bobitas, de esas tuve como tres. Después mi amigo Guy me regaló una Kodak semiprofesional, mucho mejor, que era suya. Más tarde me cayó en las manos mi primer Android, un Samsung que hacía buenas fotos, y me era más cómodo usar el celular que la cámara. Un día mi amiga Yony me dijo que estaba buscando una cámara, y se la regalé, un poco viejita ya. Después de eso, hace como 5 o 6 años quizás, sólo hago fotos con el celular. No me inquieta mucho tener una súper cámara, aunque siempre velo porque las fotos tengan la mejor calidad.
¿Pasaste algún curso de fotografía, o tu formación es completamente empírica?
Empírica. Nunca he pasado un curso ni conozco nada teórico. Sólo sé que debo concentrarme en hacer un buen encuadre, que no corte partes interesantes de la imagen, que haya buena luz, un buen ángulo -o más de uno, si la imagen lo pide. Es importante el momento, como esperar a que entre alguien en el cuadro, o que se vaya. Lo mismo sucede con un carro, un perro, o un vendedor ambulante.
Siguiéndote con asiduidad, no es difícil advertir, al menos, cuatro o cinco líneas temáticas en tus crónicas. ¿Qué te resulta tan atractivo de cada una de ellas como para darles continuidad?
Eso sale espontáneamente. No es algo que prepare, o de lo que haga un estudio y me proponga como un proyecto sobre tal cosa... Por ejemplo, los almendrones, lo mismo por dentro que por fuera, trata de algo que veo a diario, y es inevitable hacerles fotos para darles chucho. Esa es una saga que no tiene fin, porque siempre te encuentras algo nuevo, simpático. Una derivación de esta serie es la de los rótulos que le ponen en la carrocería o en los parabrisas, con frases de canciones populares del momento, casi siempre cubanas, o mensajes con indirectas a “alguien”. También los sigo por las adaptaciones, innovaciones o remiendos que les hacen, y por un montón de cosas más. Para mí, los almendrones son un termómetro que miden la vida en la calle.
Otra serie que no parece tener fin es la de El mejor amigo -parafraseando la sección que salía antes en Bohemia. Siempre hay perritos en la vía pública en situaciones divertidas o interesantes.
La oferta del día, es otro termómetro que actualiza a mis seguidores sobre los precios y las ofertas de todo tipo de cosas que encuentro por el camino, desde frutas exóticas súper caras, hasta un zapatero que pone un cartel que dice: “NO ARREGLO ZAPATOS CON PESTE”
¿Por qué reparas en las anomalías que han tipificado y ruralizado de manera creciente nuestro entorno urbano? ¿No te animas a hacerles fotos a las cosas chulas que apenas sobreviven en la capital?
Para las cosas chulas están en la TV, los catálogos y las guías turísticas. Yo prefiero registrar cosas que llaman la atención de otra manera y no aparecen en los medios oficiales. Como dice Silvio: he preferido hablar de lo imposible, porque de lo posible se sabe demasiado.
Yo tengo una vena para la fotografía que me debe pasar por los sobacos. Hay muchas cosas que no se me dan bien en los espacios públicos. Mirando tu trabajo, he estado varias veces por preguntarte, ¿cómo te las arreglas para obturar, aun cuando hay gente mirando directamente al dispositivo, o, simplemente, se ven involucrados en el entorno?
Trato de hacerlo sin miedo; y si hay gente delante, lo que hago -antes y después de disparar- es mirar hacia un edificio, un carro o algún objeto que esté en la dirección aproximada del objetivo real. No hago contacto visual con nadie.
En la mayoría de los casos no es necesario leer los encabezados de tus posts para arrancarle una risa a tus seguidores, incluso con situaciones o escenarios que pudieran resultar dramáticos. ¿Por qué tienes esa percepción satírica de nuestra realidad?
Eso funciona automáticamente. Incluso, a veces veo algo en la calle y me quedo un rato pensando si vale la pena o no hacerle una foto. Y lo que me hace decidirme es alguna reflexión subyacente o un título ocurrente para la imagen. Creo que, no siempre, pero si en la mayoría de los casos, tengo una visión humorística de la realidad. Ya te digo, no es porque me lo proponga. Tal vez sea la manera que tengo de denunciar las cosas, burlándome de ellas.