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Opinión | La desaparición de las palabras

"Trato de imaginarme el mundo del que nos pone en guardia Goran Tocilovac, y me pregunto: ¿cómo van a sentenciar los jueces? ¿con emoticones?", concluye el autor.

Libros en una librería
Libros antiguos en una librería. | Imagen: Piabay.

Leo en La Vanguardia, de Barcelona, que el sábado 8 de este mes, en el transcurso de la Semana Negra de Gijón, el escritor serbio Goran Tocilovac (Belgrado,1955) pronosticó “la desaparición paulatina de las palabras” ante el auge de las imágenes y los mensajes cortos que adquieren protagonismo en el sistema de comunicación social.

En una rueda de prensa con motivo de la presentación de su novela Placeres últimos, Tocilovac dijo que la lectura de libros y periódicos quedará restringida a una minoría muy reducida de personas porque la mayoría “no cree en las palabras, cree en las imágenes”, que “cada vez son más preponderantes”.

“Llegará un momento en el que las palabras desaparezcan”, añadió Tocilovac, quien advirtió del riesgo de que la cultura de las imágenes provoque actitudes irreflexivas en la gente, que se deja llevar por la “facilidad” que tienen para ser asumidas desde las emociones.

En primer lugar debo decir que conozco a Goran desde hace muchos años, desde el milenio pasado, y no sabía que había nacido en Belgrado, aunque sí que era de una ascendencia serbia. Pero en cuanto que escritor, Goran no es serbio sino peruano, él escribe en el mismo idioma que César Vallejo, José María Arguedas y Antonio Cisneros.

Trato de imaginarme el mundo del que nos pone en guardia Goran Tocilovac, y me pregunto: ¿cómo van a sentenciar los jueces? ¿con emoticones?

En segundo lugar diré que la persona que me pasó el enlace con ese cable publicado en La Vanguardia, es un amigo común, colombiano, el cual, como Goran, vive en París. Y al recibir su email, abrir el enlace y leer el cable, le contesté diciéndole que Goran no sabe de lo que habla:

¿Cómo van a legislar los parlamentarios y cómo  van a explicarle los pacientes a sus médicos los males que padecen? ¿Cómo van a estar redactados los prospectos que acompañan obligatoriamente todas las medicinas? ¿Cómo van a dar sus lecciones los maestros en las escuelas y los catedráticos en las Universidades? ¿Cómo narrarán los reporteros deportivos las Olimpiadas, los partidos de fútbol, los combates de boxeo? ¿Cómo dialogarán los actores en las obras de teatro y en las películas? Y a propósito: ¿también van a desaparecer los intérpretes entre los idiomas?

Trato de imaginarme el mundo del que nos pone en guardia Goran Tocilovac, y me pregunto: ¿cómo van a sentenciar los jueces? ¿con emoticones? ¿Un emoticón mostrando un rostro enfurecido, seguido de otro (un puño cerrado con el pulgar apuntando hacia abajo) y un tercero con el pictograma de una horca? ¡Amos, anda!, como dicen los madrileños.

Un gran poeta español, Gustavo Adolfo Bécquer, escribió esto:

No digáis que agotado su tesoro, / de asuntos falta, enmudeció la lira. / Podrá no haber poetas, pero siempre / habrá poesía.

Parafraseándolo: podrá no haber escritores, pero siempre habrá palabras.

Ricardo Bada

Ricardo Bada

(Huelva, España, 1939). Escritor y periodista residente en Alemania desde 1963. Autor de La generación del 39 (cuentos, Nueva York 1972), Basura cuidadosamente seleccionada (poesía, Huelva 1994), Amos y perros (cuento, Huelva 1997), Me queda la palabra (conferencias, Huelva 1998), Los mejores fandangos de la lengua castellana (parodias, Madrid 2000), Limeri de Bueno Saire (poesía nonsense, Río de Janeiro 2011), La bufanda de Cambridge (cuentos, Bogotá 2018) y El canto XXV (novela corta, Copenhague 2019). Su ópera breve La serenata de Altisidora (partitura de David Graham) se estrenó en  el Festival de Camagüey del año 2000.

Editor en Alemania, junto con Felipe Boso, de una antología de literatura española contemporánea, Ein Schiff aus Wasser [Un barco de agua] (Colonia 1981), y en solitario, de la obra periodística de Gabriel García Márquez y los libros de viaje de Camilo José Cela. Editor en España de la obra poética de la costarricense Ana Istarú (La estación de fiebre y otros amaneceres, Madrid 1991), y en Bolivia de la única antología integral en español de Heinrich Böll (Don Enrique, La Paz, 1995). 

Ha sido y en varios casos sigue siendo colaborador regular del Centro Virtual Cervantes, Revista de Libros, Revista de Occidente, Vasos Comunicantes, Pérgola, ABC y Cuadernos Hispanoamericanos (España), Nexos, La Jornada Semanal y SoHo (México), El Espectador, El Malpensante y SoHo (Colombia), El País (Uruguay), Etiqueta Negra (Perú), Aurora Boreal (Dinamarca), Amsterdam Sur (Ámsterdam), La Nación y SoHo (Costa Rica) y La Opinión (Los Ángeles/California). Mantiene, además, desde noviembre 2009 la publicación semanal de su Diario en un blog del espacio MientrasTanto de la revista Fronterad (Madrid): https://www.fronterad.com/

Republicano y agnóstico, convicto y confeso, fue nombrado paradójicamente caballero de la Orden de Isabel la Católica, y padece –no menos paradójicamente– una curiosa  dolencia llamada sacralización. Tan luego él...

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